Encontré algo que había escrito hace no tanto...
Aprender a ver la realidad tal como es
-Pérdida de la inocencia, de por medio-
Dos opciones:
seguir en un mundo de fantasía,
donde nada lastima,
donde no existe la mentira
(o tal vez todo lo sea)
Ó
ver las cosas como son,
afrontar los problemas...
Pelear y no dejarse.
Hoy quizá después de dieciocho años de vida
(cortos o largos, depende quién los mire)
se aprende a tratar de no temer,
o temer pero dando un paso adelante.
Las cosas no son para siempre
todo muta, todo cambia
se transforma, se mueve,
va o viene.
Aprender a vivir con el recuerdo
aunque ya no sea lo mismo
y lidiar con lo que hoy es.
O vivir falsamente en memorias
y pensarlas... vivirlas,
como si siguieran siendo lo que alguna vez fueron.
El miedo (cagaso, burdamente dicho)
a que el mañana no sea lo que uno espera.
Miedo, eso es lo que muchas veces nos paraliza.
Miedo a una nueva relación,
a un nuevo trabajo, un nuevo lugar,
miedo a volver a llorar por lo mismo,
miedo, miedo en general.
Con estos dieciocho, cortos y largos al mismo tiempo,
años de vida... La vida, valga la redundancia,
me enseñó cosas...
Una de ellas, a amar,
sea lo que sea, una persona,
una pareja, un amigo,
un momento, una cosa, un sonido
lo que sea, en la forma que venga.
El amor (amor hacia lo que sea)
es una forma hermosa de apreciar la vida.
Y la segunda cosa,
la felicidad no es a largo plazo,
no es cosa de todos los días ni todos los momentos.
La felicidad es un estado transitorio y subjetivo.
Se puede ser feliz viendo el Sol asomar,
o con un beso en la frente.
La felicidad viene en muchas formas,
colores, tamaños,
en palabras y silencios.
La vida es para vivirla.
"Reflexiones de una... tarde" - Por mi
No hay comentarios:
Publicar un comentario